Panorama Económico


por Raúl Dellatorre (Pagina/12)


Las lecturas no pudieron ser más opuestas. Mientras que algunos medios señalaban que el Gobierno pasó esta semana por “la peor crisis financiera” desde que asumió, el presidente de la Nación aseguraba que no le preocupaban los temblores financieros internacionales. “No tenemos ningún problema”, dijo. Está claro que un problema tan complejo como la crisis bursátil a escala mundial y sus repercusiones en el país no se pueden resumir en una sola frase. Semejante intento de simplificación supondría pasar por alto los elementos que componen el cuadro actual y lo dejan entrever con respecto al futuro. Y no permitiría advertir que, por un lado, Argentina tuvo en esta oportunidad herramientas de política que le evitaron pagar un costo mayor por una crisis ajena; pero, por otro, que la dimensión de la crisis del sistema financiero mundial, de la cual lo sucedido esta semana no fue más que un episodio, no dejará a nadie al margen, en un mundo económico interrelacionado. No es como para despreocuparse.
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El día que se desplomaba la Bolsa de Shanghai, el 27 de febrero, el secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, se encontraba recorriendo Asia buscando convencer a los países “amigos” sobre la solidez de la economía norteamericana y tratando de tranquilizarlos acerca de la gravedad de la crisis inmobiliaria en su país. Pero se equivocó, todavía no era su turno. Era el episodio chino, el estadounidense ocurriría cinco meses después. Quién sabe dónde será el próximo, aunque cada vez es menos probable que ocurra en países periféricos (Asia o América latina) como era corriente en los ’80 y los ’90. Las de esta época son más frecuentes y suceden directamente en los centros de poder. Miles de especuladores financieros en el mundo y el gobierno de Bush, obcecado en no cambiar el rumbo, siguen trabajando para que así sea. Desde este lado, más vale seguir tomando precauciones, aunque suenen críticas contra el presunto aislamiento del llamado “mundo desarrollado”.