No todo es lo que parece. Por más que Merlin el mago le jure en Danza Macraba al proto ratón Mickey que volverá con su "saco mágico" a devolverlo a la realidad, Mickey no recupera la calma. Ni Merlin lo saca del bahído.
Walter Graziano acaba de editar un nuevo libro de pronósticos económicos. Quien escribe se sintió un poco erido en el amor propio al sentirse, después de tanta investigación periodística, un poco engranaje de una maquinaria que ahora nos dicen, cayó después de MATRIX. Sinduda no es tan así, basta con leer un poco de esa literatura para descubrir la trama de la mentira.
Hace poco también se editó una biografía (autorizada o no, tiene inventiva) sobre el "Coti" Nosiglia. Inventor de la Mesa Coordinadora del Partido Radical. Esa sombra que sobrevoló los ochenta y que nunca se ientendía bien si era un monstruo con cuatro patas o qué.
Releyendo y sobre todo reescribiendo en torno a esa literatura es como nadie se salva de sentirse en alguna forma el engranaje que le falta como informante al cuadro de conducción para que este no termine sientiéndose loco del todo. Uno fue enloqueciendo a la par que sus jefes pero no pudo darse cuenta hasta que se vio reproduciendo. Esa es la ley, dicen.
En la ciudad todo es posible cuando cualquiera puede sentirse que ha llegado al éxtasis de la creación artística y puede no inmutarse por un formulario rechazado. No bien un trabajo pedagógico paralelo, cualquiera que fuese, vuelve difícil que la telaraña se vuelva una ficción insostenible, ese es el escudo que los gurúes de la información empuñan como una excusa, la ficción esclarecedora.
Tomás Abraham, el filósofo, intentó hacer algo con toda esa farrafada, y a la distancia las alusiones eruditas a la filosofía (Erasmo, Platón, Ockham, Hume) no soportan todo el peso de la pragmática editorialista que en última instancia sostienen esas 500 y tantas páginas.
La mentira se hace insostenible en la literatura de divulgación periódica. Con ese axioma, casi hipótesis ya, se cae a su vez aquel que se le adjudica a Hegel, acerca de la lectura periódica de diarios. Hoy hasta parece paródico que lo hubiesen siquiera pensado, en una época en que el concepto de información no existía. Pero Marx, no.
¡Marx!
Por suerte, digo, existió alguna vez la universidad y no ese sonsonete de repeticiones fisonómicas. Comentarios tergiversados, sanata y técnica bibliófila, mechada con un sistema homogéneo de conocimientos científicos. Nunca esa retórica se arrimó a los anatemas profanos, sino tal vez al vómito.
Verdades que ese sistema invulnerable va decantando, hace que de pronto aparezcan buenos libros. El de Tomás Abrahan no deja de serlo. Allí nos dice, promediando el final, que tal vez, el nuevo milenio nos espere con la consagración de un gran cambio: "la economía se cambió por el psicoanálisis."
Stuart Hall, en un artículo publicado en el nº 1 de Causas y azares del año 1994 ("Estudios Culturales: dos paradigmas") llega a una conclusión no del todo explicitada en las performances expositivas de argumentaciones académicas: hacia un lado de la tradición marxista se puede hablar de cultura e industria cultural, hacia el otro sólo hay sobredeterminación y arquitectura estructural, es decir concreto. Raymond Williams, en Cultura y sociedad, utilizando esa metáfora, "desacelera" sus contrincantes continentales (Levi-Strauss, Lukacs) hablando de "cemento necesario para la organización social".
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