Campaña Nacional contra la Rubeola


por Luis Cáceres
y Santiago Meilán




Se ha lanzado este año la campaña de vacunación obligatoria tendiente a la erradica­ción de la rubeola en el territorio de la Argentina. La campaña de este año incluye a los hombres, y la vacunación se realiza en los hospitales y en los servicios de atención pri­maria totalmente gratuita Tradicionalmente eran vacunadas las mujeres, y entre ellas, las que se encontraban en período de gestación, pero este año la campaña tomó un nuevo giro.
La movida contra este flagelo había sido parte de un plan ideado por el gobierno na­cional y aunque el objetivo de la erradicación constituyó un fin constante, el año pasado el conocimiento al respecto llegó a tener una adhesividad masiva. Es por este motivo que este año le toca a los hombres, como un siguiente paso lógico a los avances logra­dos.
La rubeola es una enfermedad viral infecto contagiosa, que tiene características simi­lares a las del sarampión, llegando esta última incluso a ser más virulenta. La puerta de entrada del virus al cuerpo es a través de la zona rino-faríngea, esto es garganta y boca. El contagio se produce directamente a través de las gotitas de fluge (partículas diminu­tas de saliva). El período completo de la enfermedad es de 21 días aproximadamente.
Desde una incubación asintomática hasta los primeros signos de la enfermedad pue­den pasar pocos días. Los primeros signos y síntomas son: fiebre moderada, manchas rojizas rutilantes en el velo del paladar, inflamación de los ganglios palpable al tacto por debajo de las orejas. En la siguiente fase se comienza a percibir la aparición de ronchas en primer término en la zona facial, para luego extenderse con mayor predominio hacia el tronco y extremidades por último (sin afectar palmas de las manos ni plantas de los pies). Las inflamaciones ganglionales pueden continuar en la zona cervical, atrás de las orejas, en las zonas inguinales, y en las axilas. La enfermedad finalmente desaparece, muy pocas veces con descamación.
El sentido de la erradicación de este virus se halla, como dijimos, en las complicacio­nes que acarrean a los fetos en gestación. Ya que, como se ha visto, la enfermedad apa­rece y se va sola, lo ideal en ese caso es el aislamiento estricto en el primer trimestre del embarazo, lo que significa que la mujer embarazada no debe tener contacto con los contagiados. El hecho de que la mujer haya tenido en alguna oportunidad la enfermedad no atrae consecuencias al embarazo.
La vacuna se basa en gammaglobulina estándar, que es una vacunación de las llama­das pasivas, ya que la aplicación de anticuerpos se produce con cepas potentes, caso contrario a la vacunación activa o la inmunoprofilaxis, mediante las cuales se suministra fórmulas de virus vivos atenuados.
Las consecuencias más agresivas de esta patología son las sufridas por el ser en gesta­ción, estas pueden ser: agigantamiento de la fontanela (las llamadas molleras que per­miten el desarrollo del cráneo), y por ello la microcefalia (poco espacio en la cavidad que aloja el cerebro), sobredimensionamiento de los pómulos con caída de los labios, una serie de complicaciones en la sección oftálmica, tales como la retinopatía, la cata­rata, la retinopatía, derivaciones sobre las funciones auditivas centrales y periféricas, aumento permanente de los ganglios linfáticos, lesiones radiológicas óseas, desarrollo incompleto de la zona pulmonar, ductus permanente (un canal para el paso de sangre que es necesario dentro del útero, no se cierra), estrechamiento de la arteria aorta, ne­crosis miocárdica, recrecimiento del hígado y bazo, en la zona genital se verifican testí­culos no descendidos, además de retrasos de crecimiento generales y problemas sico­motores posteriores.
Campañas de estas características son frecuentes, pero en este caso se busca concien­tizar sobre el mal específico que afecta a la procreación. En épocas pasadas, cuando la morbomortalidad infantil ascendía, en algunos casos y en apenas 20 años un 115%, como fue el caso verificado en la provincia argentina del Chaco del año 1973, y con un índice no menor en el mismo período para la provincia de Buenos Aires del 50%, los especialistas entonces responsabilizaban a una creciente influencia de corrientes anticon­ceptivistas, que son aquellas que apuntan a bajar el riesgo de contraer enfermedades congénitas como las desencadenadas por la rubeola, a partir de disminuir la tasa de pro­creación, como medida más económica respecto de esta campaña que tratamos.
Contraria a esa perspectiva, encontramos la del combate de endemias. Enfermedades tales como la tuberculosis, el HIV o el paludismo, cuyos los factores etiológicos las convierte en factores de alto riesgo para la natalidad, que además nos enfrentan con grandes metas pendientes en la educación para la salud. Campañas como la de la ru­beola son el puntapie para la discusión seria en políticas reproductivas.