La inspiración y las fronteras

por Santiago Meilán

¿Cuál es la importancia que puede revestir un recorrido de lectura? Es decir, una serie de ideas que se encabalgan por acción y efecto de la lógica, revirtiendo con una nueva idea la relativa arcaización de lo inmotivado. Una idea lleva a la otra gracias a que cada salto contiene algo ínfimo que aporta a la continuidad de las secuencias. Luego está la intención, eso que escapa a lo inmanente y que supone el agregado de una voluntad ajena al material que se pone en relación. Esto responde a un interés personal del com­paginador y echa mano en primer lugar del sentido simbólico propio de los actos de lenguaje. Decir cuál es el sen-tido de unir algunas consideraciones borgeanas acerca de la inspiración la poe-sía de Whitman y la poesía gauchesca, con algunas consideraciones en torno a la producción y relevancia de la creación poética de las sociedades margina­les del orden mundial y con ello explicar ciertas opiniones sobre la cultura popular, re­cabadas de la experiencia personal, es el fin último de estas palabras.
En un texto de Anibal Ford del año 1994, el autor plantea cuestiones acerca de las cri­sis en los sistemas culturales. Allí se pondera el concepto de ‘frontera’, grado culmi­nante de la preeminencia de determinadas producciones culturales respecto de otras más subsidiarias. La frontera es la que interviene en la cons-titución de o reconstitución de nuevos espacios culturales, a partir de la corres-pondiente crisis producida por la diná­mica interna de las cultura central y por las condiciones de época. (1994:56-57) Enton­ces, se abren dos vías de la tesis i-nicial.
Borges, un observador residente del barrio porteño de Palermo, planteaba desde su poesía la posibilidad de existencia de una poesía rioplatense. La pregunta en ciernes responde al interés que el tema podría suscitar en un habitante pertene-ciente a otras co­ordenadas del territorio de la literatura argentina. Aquel exa-men inmanente que en otras circunstancias no es provechoso, aquí sirve para comprender una cultura que fuerte­mente posterga lo esencial en favor de lo ins--tantáneo. Una cultura que pone en relación lo lejano con lo cercano en una ló-gica del instante, que no impide entrever cruces entre un informe sobre la fibri-lación cardiaca y una serie televisiva. (57) Discutir esta idea no es fin, sino me-dio de los presupuestos iniciales de este texto.
La pregunta se refiere a la cultura popular, medio receptor de la producción cultural dentro y fuera de los límites de lo popular. Cómo aquella influye en su reproducción y transformación, y la cultura popular, en palabras de Borges, co-mo lo que los años vuelve antiguo con el único fin de lograr alguna veneración por parte de los eruditos, que permite polémicas y glosarios ([1932], 1996: 193), y este último como procedi­miento inicial que separa y distancia. Sin embargo ¿cómo sería posible entender, enton­ces, la cultura popular sin el concepto de ‘frontera’? Lo que sigue es en definitiva una posible respuesta, sin hacer de la o-pinión el elemento aglutinante.
Hay aquí dos poéticas, convertidas por el pueblo en fundamento de un imaginario vi­gente y cuyo punto inicial es coetáneo: Whitman, por un lado y la gauchesca por el otro. Para situarlas, además de una razón cronológica, un as-pecto metodológico, una petición de principio, una lógica metafórica contenida en toda hipótesis, se aferra a una dicotomía que atravesó todo el trabajo de Bor-ges: se puede sintetizar en el par inspira­ción/industria. A partir de esta opo-sición, Borges hablaba de la creación poética como resultado de un contexto, en que la belleza es la excelencia de la ubicuidad. El caso ex­tremo de inspiración era el de la Biblia, el cual, siempre en el ámbito de las religiones, se va sucesi-vamente gradando desde la más idealista ‘espiritualización’ hegeliana hasta el grado colegiado del catolicismo laico. Es decir, la inspiración como antecedente in­mediato a la sobrevaloración del individuo productivo señalado por Walter Benjamin en su estudio sobre Baudelaire.
Cabría la pregunta final acerca de lo atinado en Borges, de considerar la poesía de Whitman como poesía de la arbitrariedad y la privación. “Simplificación fi-nal del re­cuerdo, inconocibilidad y pudor de nuestro vivir, negación de los es-quemas intelectuales y aprecio de las noticias primarias de los senti-dos...” (ibíd : 208) y la posibilidad de po­ner frente a frente una poética colonial como la de Hidalgo, Ascasui y Hernández. Que­daría entonces la pregunta al respecto de la cita de Benjamin tomada del trabajo Orien­talismo de Edward Said (1990: 32) como punto de inicio de aquella instantaneidad con la que la cultura dominante provoca nuestro sentidos, y como elemento inicial de una racionalización de grandes ilusiones provocadas por el mercantilismo y la sedante ló­gica del consumo.

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