C. C. Mate Amargo

la noche ideal para una pesadilla

En términos de amistad

La historia rescrita de una amistad interrumpida por la maduración y el paso de la ju-ventud a la adultez. La inaguración de una sala teatral y el Tren Sarmiento

Por Oscar Assent

Es de aceptar que los términos estipulado por la sala no eran los adecuados. Se trataba de un centro cultural de esos que tanto han guerreado con todas las nuevas administraciones de la Municipalidad, y este no era el caso. Emplazada en una propiedad fiscal, de un viejo pro-fesor de literatura del barrio de Almagro, nacía Mate Amargo como proyecto cultural. Sus mentores se habían reunido días después de los hechos funestos que se desarrollaban tras la caída de algún presidente de turno, seguramente durante el gobierno de otro presidente que no sobreviviría el primer coletazo de la crisis del momento. Germán y Bernarda le daban el sí a un empresario ‘marginal’ de la cultura y el centro comenzaba a funcionar para los vecinos del barrio con talleres y una oferta cultural que merodeaba el asado y la fiesta patria.
A pocos días de comenzar a funcionar, se da una solicitada en el diario la cual firman primerísimos actores, entre ellos Alicia Zanca, pidiendo por la normalización del Centro. Son cosas normales en los días postreros de una reconstrucción de las que tan a menudo vivimos en las latitudes periféricas. El anuncio tenía más bien estética del resurso de expropiación. Había muchas cosas por hacer: acondicionar el espacio para recibir espectadores, acondicionar el escenario para recibir actores y organizar el papeleo para que En términos de amistad no le sonara a los inspectores municipales como lo que era, una performance con la que se abriría una nueva sala de teatro en la ciudad de Buenos Aires.
Había un tema que preocupaba y del cual se era conciente desde el primer día. El Centro queda a la vera del tren Sarmiento, por lo que el batir de las locomotoras se hacía sentir cada ocho minutos por lo menos, haciendo cimbrar los cimientos de la vieja casona donde Mate Amargo funciona. Estábamos a años luz del soterramiento del ferrocarril, así que la propuesta tuvo que incluir el paso ferroviario en medio de los parlamentos de las funciones.
La siguiente dificultad provenía del texto mismo: doce personajes era algo que no se veía seguido, y mucho menos en la inauguración de un Centro Cultural “Clandestino”. El desa-fío nos impulsaba más a los actores que a la comisión directiva de la sala. Llevamos los papeles hasta que finalmente la sala fue habilitada a tal fin. Compramos un PAR mil como primera movida de festejo, ya preparándonos para el estreno.
El resto pertenece la historia del teatro, así con mayúsculas. Fue de mérito la tarea de Ro-drigo Ruíz Díaz al intentar darle lugar a lo performático de la obra. Los cortes entre una escena y otra o incluso a veces entre algunos parlamentos presentados como flash-backs debían contar con un apoyo desde lo contextual que permitiera a los que hacían el trabajo duro de la puesta se pudieran reacomodar emocionalmente para seguir adelante.
La obra recorre un paisaje de ensueño pesadillesco. Los personajes parecen salidos de la mente del personaje Germán Mergara, y en torno del cual se rearman historias que han quedado desarticuladas de no ser por la acción de un autoritario memorista de lo mínimo y cotidiano, de esos que frecuentemente se nos acercan y refieren sucesos del pasa-do más remoto de nuestra vida. La obra trata sobre historias a las que sus personajes, vícti-mas de la fugaz contemporización, no le han permitido otras perspectivas. Se ha dicho que la juventud es el laboratorio de todas las vergüenzas, lo ha dicho Lola Arias recientemente en el ciclo de Casa Brandon. Esta obra se hace de esos sentidos vicarios que se reproducen aún cuando las tramas contemplen posibilidades que lo contextual desestima de inmediato, y para siempre. Sobre todo por personajes como Germán, quien invita esa noche a sus amigos de la adolescencia a un asado.
Lo anecdótico del tren, pasando cada tanto, no mancha el resultado total de la propuesta. Nos habíamos planteado inaugurar un teatro nuevo, con una obra de teatro multitudinaria, desde el escenario y en lo posible desde las butacas. El público respondió y de la idea sur-gieron incontables posibilidades para el espacio que hoy realiza kermeses, fiestas varias y presenta artistas de protesta.
Se que aún esperan la personería, sin embargo algo de lo familiar me devuelve una terri-ble esperanza en esos días de En Términos, y es que llamando al teléfono de Mate aún sigue Germán, como aquella tarde en que le llevé una propuesta de teatro.