Anotaciones para la implementación del trabajo de campo de aspirantes al Ingreso a la Docencia

por Santiago Meilán

Buenos Aires, 26 de octubre de 2014

La historia tal vez fue narrada muchas veces, incluso la reescritura múltiple borró con el tiempo parte de aquella y hoy, a la distancia a lo mejor pueda retomarse para suscribirla en términos de cambios y desarrollos que no inocentemente imprimieron sus determinaciones en la memoria del trabajo de campo entonces propuesto.
Era ya enero del año 2009, la continuidad de trabajo en la comunidad de Lomas de Zamora me llenaba de entusiasmo y la perspectiva de nuevos horizontes ayudaron a la formulación de una investigación que me permitiera conocer la comunidad donde trabajaría por cierta extensión mayor o menor de tiempo. La perspectiva me obligaba a su vez conocer más de cerca la historia de la institución escolar desde su inicio allá por el 1800, cuando se daba nacimiento al estado nacional, cuando se creaba la escuela pública. Y a raíz de la investigación en bibliotecas y en diarios de aquel tiempo de próceres, es que hallé un tema de trabajo más que interesante, planteado por Sarmiento mismo.
Uno de los elementos del trabajo en comunidades “desfavorables” había sido el mismo que surgía de mi investigación autodidacta: la educación no formal. En las primeras exploraciones cotidianas de estas barriadas paupérrimas, el  asunto correspondiente a las instituciones independientes y autogestivas era material de discusión epocal, y no aleatoriamente me había llamado la atención en diarios de “la época de Sarmiento” este mismo fenómeno.  Sobre todo, Sarmiento advertía sobre el grado de informalidad en la educación de mujeres, rasgo del fenómeno en la época, sector poblacional para el cual la escuela no parecía tener cabida y que por lo tanto se desarrollaba de modo informal en sociedades paralelas a la escuela pública.
Sin duda la redacción farrullada de entonces no alarmó poco a las Secretarías de Inspección del distrito donde entonces pretendí llevar adelante “el trabajo de campo”, porque evidentemente las primeras páginas no dejaban traslucir claramente las intenciones de investigador autodidacta. Sin duda, tampoco, permitió la lectura completa del trabajo entonces y produjo sojuzgamientos perentorios como inmotivados, puesto que lo restante de aquella presentación, leída hoy, presenta una claridad apabulladora para quien escribe, y su fuerza tal vez me mueva a poner claramente lo que entonces por atropellamiento no pude.
Seguramente hicieron mucho ruido aquellos papeles, que del mismo modo motivaron mi apartamiento del sistema durante no poco tiempo el año siguiente. Todo ese caudal que ahora quería reelaborar en el período estival del 2010, me fue impedido por una licencia injustamente impuesta.
Llega el receso del 2011, mi situación laboral al mudar de distrito había mejorado a tal punto que munido de muchos cargos tanto en educación primaria como media, vi innecesario trabajar durante el verano.  No obstante que seguí visitando uno de los servicios aunque no era necesario, simplemente con un fin de socialidad, acompañando a colegas auxiliares con el único fin de ayudar a matar el tiempo. Así que me fue útil el buen pasar económico de ese verano para cargar tintas y retomar el “campo” en un nuevo distrito.
La localidad de San Martín presentaba características distintas a las del sur bonaerense en lo referido al manejo de las instituciones escolares: mientras en el último, (Lanús, Lomas de Zamora y en menor medida Avellaneda) la ausencia municipal es máxima respecto de manumisión institucional, el partido de San Martín contempla mayor intromisión del intendente, al menos en el manejo de la etapa estival, aunque también su presencia es mayor durante el año desde la propuesta cultural integral de dicho distrito.  Motivo que imprime otro cariz a la participación de las instituciones o “movimientos” sociales, que entraban en gran medida en el objeto del primer Trabajo de Campo que propuse.
Entonces, mi proyecto punteaba lo siguiente:
             Gral. San Martín, diciembre de 2011
        “  ’Alumnos de la Prov. de Buenos Aires: 82.533
       Alumnos de la Ciudad de Buenos Aires: 22.101’;
    (cifras extraídas del diario LA PRENSA, año 1877)
    
“Los ejes de la enseñanza deberían ser en todo momento acorde a los objetivos de liberación y el alejamiento mayor posible de expectativas privativas de los adultos en lo que debería ocupar a niños, y evitar transformar nuestros niños, como Jacotot repudiaba, en niños-adultos.
“La omnipotencia conferida al sistema desde los albores mismos de la educación formal, olvidan los intereses infantiles, como así también hoy, las instituciones subrogantes de la entonces educación no formal: templos, hogares, escuelas populares en alguna medida, que atraviesan con tal irregularidad la vida de los ciudadanos que, al igual que aquellos tiempos, no ofrecen perspectiva paralela a la tradicional escuela, dotando a ésta como el único medio de socialización e instrucción de párvulos, adultos, profesionales, etc. Irregularidad, que cuando no está normada, alcanza niveles de esclavitud morigerada bajo los motes “consensuados” de “adoctrinamiento de fieles” o “capacitación laboral”, verdaderas fuentes de lavaje cerebral informal, en el peor de los significados de esta palabra, es decir, ilegal.
Teniendo en cuenta también la amplia movilidad padecida tanto por alumnos como también por la plantilla, que el Estado indirectamente impone sobre los actores del sistema educativo, directamente proporcional al crecimiento de desescolarización por turismo de ilustratividad (el término pertenece a Barbero), impulsado por los vaivenes económicos americanos, aun durante tiempos de supuestas reivindicaciones sociales, creciendo como un fenómeno anómalo al progresismo que se intenta dar a las instituciones inclusivas.
“Como ya hemos dicho (2009), el maestro debe estar preparado para enfrentar realidades disímiles, no sólo aceptando y respetando, sino muchas veces procesándolo para regurgitarlo como objetivos de la enseñanza y el aprendizaje, de modo tal que pueda determinarse alguna transmisión al respecto para el alumno.
“Como también habíamos dicho, las obligaciones durante el año escolar muchas veces impide al maestro orientarse en estas circunstancias, y su práctica se ve muy influenciada por el imperativo de resolver, cuestión que el ámbito de receso cambia absolutamente, permitiéndole en mayor medida salir a conocer contextos, que el trabajo en la escuela tradicionalmente le niega o media a través de gabinetes regurgitadores a su vez y resolutivos de la inmediatez; pese a lo complejo de la realidad, los servicios más conflictivos logran milagrosamente llevar adelante “una” escolarización. Pero la posibilidad de que su rol pasivo se vuelva más activo desde lo social en el ámbito de la recreación estival impulsaría cambios sobre la comunidad que el Estado aún desconoce, voluntaria o involuntariamente.
“Lo cierto es que los miembros más volátiles de cada comunidad, se transforman en parroquianos eventuales, y la misma no encuentra formas saludables de inclusión en el fragor de la tarea durante el año. La reflexión en la etapa estival debería servir para cubrir esta movilidad y dar respuestas inclusivas. El rol del educador ha caído en la mayor de las especificidades, y hace agua por los cuatro costados. La libre disponibilidad del maestro en las tareas de enseñar, deja para esta etapa de recreación y cuidados, mayor tiempo para realizar un conocimiento que en otras circunstancias se realizaría a largo plazo y accidentalmente, en el mejor de los casos, si el educador fuera sensible siempre a estas cosas. Caso contrario, la educación más tradicional directamente se hunde durante los 9 meses de clases que implican el ciclo lectivo como lo viene demostrando las últimas década: se obliga a los alumnos a cumplir con objetivos ideales, la resignación docente respecto de emergentes más “calientes” como los planes y el salario escolar es total, el grado de repitencia y abandono crece exponencialmente como queda señalado en la estadística que el M de C y E publica año tras año, etc., etc.
“Asimismo, los beneficios del trabajo cualitativo sería inmediatamente percibido en auxiliares, padres, cuidadores, aunque la tarea del docente se limitara al rellenado de planillas concienzudamente diseñadas para estos fines. “Diseño concienzudo” sí,  porque conocer es prever. Aun así el agente debe llegar desprovisto: los objetivos de este trabajo serán generales, si se trata de conocer lo dado, y también si se intenta conocer lo que se está aún produciendo, puesto que la circunstancia novedosa puede ser el visillo por donde la comunidad pueda encontrar solución a problemas que otros contextos han experimentado, y aquí la versatilidad del agente será efector del cambio, de la comunicación y las redes que pongan a esa sociedad en el camino de la superación de conflictos conocidos, o también abra nuevas perspectivas a la investigación en caso que no lo sean en absoluto.
El agente comprenderá que, a medida que avanza su trabajo, confiar en el devenir y no en el prejuicio, le abrirá las puertas a una complejidad de la cual debe dar muestras. (Octavio Fernández Mouján, 2004: 75) En el peor de las circunstancias, un trabajo cumplido mecánicamente, ya sea por falta de compromiso del agente, ya sea por hermeticidad de la comunidad, no dejará de brindar una idea atmosférica, espíritu de época de la comunidad, o estadística fría al fin, con la posibilidad desastrosa de que se vuelva completamente inútil si en su mayoría, por respuestas inventadas etc., y sirven únicamente para pintar al agente, más que a la comunidad. Concientización de los fines y lectura concienzuda, otra vez, son las herramientas que dan inicio y fin al trabajo de campo.
“Será por ello tarea de los agentes más especializados, realizar la evaluación y crítica, que devuelva al trabajo realizado la significatividad que se planteó en el inicio, la fuerza contenida en esa batalla que motivó el comienzo.
“Este trabajo inicia con un epígrafe, que Sarmiento recoge en su “Informe del estado de la Educación Común”, de 1877. Resulta asombroso, como se señaló antes, la reiteración de ciertos logaritmos constantes de la población educativa nacional, de ciertas tasas que no se han modificado con el paso de los siglos, porque la secularización ha llegado a un punto que repite sus errores por falta de adaptación a las nuevas circunstancias. Estas constantes hace que los defensores del sistema tal cual se ideó en el siglo XIX, que tan poco cambió en su estructura hasta nuestros días, sigan hablando de objetivos de otra época como algo “vigente”. Es evidente que ciertas problemáticas subsistan no por falta de aplicación sino por anquilosamiento estructural.  El inicio de una verdadera revolución educativa partirá de una toma de conciencia del estado de cosas antes que de una instrumentación novedosa y obligatoriamente deficitaria en tanto se plantee como reforma y no cambio total.
“Si tomamos el crecimiento comparativo de la matrícula, el índice se reitera; si tomamos el porcentaje de la matrícula respecto de la población total, los índices se repiten; la repitencia, la movilidad, el número de creación de escuelas, la distribución entre alumnos varones y mujeres, la proporción de nativos y extranjeros, es asombroso ver que los coeficientes son una constante que no se modifica; esto seguramente un sociólogo lo podría constatar, refiere a los números de la biología humana.
Poner en contacto esos números con los nuevos fenómenos: acreditación, permanencia en años escolares, o variables que se morigeraban como el trabajo infantil u otras aberraciones que también se callaban en las estadísticas públicas; poder corroborarlas en el trabajo de campo le permite al agente entrar en contacto con los números vivos de la realidad escolar y comunitaria. Son escasos los esfuerzos realizados en este sentido, e inmensos los beneficios que se producirían.
El cuestionario planteado para esta Colonia es el siguiente:
-integrantes del grupo familiar, edades, sexos, niveles de escolaridad, situación laboral de cada uno
-medios de transporte utilizados diariamente por el grupo familiar
-lugar o comercio donde habitualmente se realizan las compras cotidianas
-lugares o situaciones de esparcimiento familiar (salidas, paseos, etc.)

-otras instituciones de participación (centros comunitarios, templos, clubes, organización barrial, murga, etc.)

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