¿Y PALITO ORTEGA QUE SE CUENTA?

por Oscar Assent

Circula por el entorno de los estudiantes aguerridos, que insisten con academicismo contra una política laboralista normal y corriente, la idea de que ahora, todo lo que no supone una trama farsesca, por lo tanto es grotesco. No es una discusión bizantina, sino mucho peor. No se trata de un problema de géneros literarios, sino de una realidad que con la novedad, carcome la base de sustentación de los que creen que no todo lo que se difunde en un pasillo laboral, ahora, es lo verdaderamente cómico.

Es trágico en realidad. Y más si lo desplazamos al ámbito de la Producción Nacional, así, con mayúsculas, porque la lógica nos daría que no todo lo que se entreteje en una trama central, es entonces un género subsidiario. Para ser claro, que si no llega a Holly­wood, en realidad no se ha dicho, o, para colmo de males, da gracia.

Si uno piensa que la imbricación del cine nacional llega de la mano de, no digamos Discépolos o Tinayres, sino Armando Bo y Rodolfo Ledo, entonces sí, la trama del grotesco sería algo así como inconmensurable. Lo cierto es más bien que es difícil para una industria cinematográfica no independiente, llegar a la taquilla de los países centra­les si no fuera por intermedio de los festivales de cine.

A pesar de que los productores nacionales, los malos, los coleccionistas de objetos, nos hagan creer que la lógica de la acumulación hace la fuerza, es idiotez y quien sabe si atraso. Algunos la pegan, y meten buenas películas en dichos festivales, pero, visto a la distancia, muchas veces invertir en objetos no da buenos resultados. Y además, crea hacia dentro la ilusión de cierto florecimiento, que, por estos días estará a la orden del día, si de atraer inversiones se trata.

Es cierto que por momentos la realidad pega duro, pero ¿qué es lo que lleva a que dia­rios centrales como Clarín o incluso Página/12, y ni hablar de Perfil u otros más o me­nos populistas, firmen apenas el 57, con suerte el 63% de sus notas. Más de un tercio de información permanece para el consumidor de ‘realidad nacional’ a oscuras. De los dos tercios restantes, cerca del 15% son directamente cables, que con el volumen de espacio, es el caso de Clarín, significa mucha información que pasa sin tamiz

No se trata de censura. La censura sería un medio para naturalizar la parodia, muchas veces utilizada por la masa. Es cuestión de miles de miles de ciudadanos que apenas tienen tiempo de responsabilizarse por el ‘imaginario’ que le dicen como para encima tener que ‘tragarse’, una peli nacional. Seguramente vayan a ver la última de la Thur­man, o les resuene más el apellido de Palma y decidan dormirse en los laureles de los gobernadores de nuestros cerebros.

No es crítica, es pura doxa, y la pregunta que hoy me hago sin necesidad de leer los diarios que esperan (ya, 2:34 AM) me desayunen con Palito Ortega hablando a favor o en contra de Duhalde, quién sabe. Quién no.

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