El riesgo de una sociedad adaptada a la violencia

Las agresiones en escuelas y colegios, entre jóvenes y adolescentes, requieren una mirada más exhaustiva sobre la educación y los valores.

Por: Carlos Campolongo
PROFESOR DE CIENCIAS DE LA COMUNICACION (UBA-UNLZ)

Reapareció en las crónicas la violencia en las escuelas, como si alguna vez hubiese menguado. Chicas y chicos que desencadenan la crueldad entre ellos. ¿Pero no reproducirán ellos patrones de comportamiento social "adaptativo" mucho más generalizados? Llegando hasta el homicidio individual o masivo, como ocurriera en Carmen de Patagones. O, también, el ataque a una docente, ya sea por parte de un estudiante o de un padre o una madre. Quizás, como en tantos otros acontecimientos infaustos, sea más "cómodo" quedarnos en los síntomas y no indagar las causas y trabajar sostenidamente sobre ellas. En nuestro país no se conoce ningún estudio cuanti-cualitativo sostenido sobre el nivel de violencia alcanzado, ni tampoco programas integrales y extendidos para "desnaturalizarla". Quiero decir que seamos capaces de prestar una atención menos superficial que la que puede deparar la atención de una noticia y un co­mentario barroco sobre "que barbaridad lo que está ocurriendo".La violencia, consustancial a la condición humana, muestra, paradojalmente, que a mayor progreso mayor "naturalización" de la violencia. Para su sublimación en fines constructivos existe la sociabilidad, el consenso, la cultura dominante y muchas otras cuestiones. Pero tampoco alcanza con explicar la violencia a partir de "las condiciones materiales de producción". Sí, en cambio, en una denegación de lo social y un abandono de lo político como las herramientas para neutralizar tanto desencanto. Para perder el placer en la destrucción del prójimo. En la imposibi­lidad de encontrar espacios para poner en palabras el desencanto.Educar tam­bién es sancionar, no de cualquier manera sino con justicia. Pero es reconocer que hay una Ley que establece prohibiciones para que podamos convivir y debe haber el consiguiente castigo para el que goza con su culpabilidad. Hasta Marx veía como inexorable que los hombres se viesen forzados a examinar sus rela­ciones recíprocas con "ojos desengañados". Y agrega que "todo lo que era sa­grado es profanado". Es el camino del cinismo, de no avanzar en la construcción de valores comunes. Remarco, cuando hablo de "posiciones finalistas" hablo de valores básicos, lugares "sagrados", Ley y Autoridad. Que muchos creen que es solamente un patrimonio de la derecha política. Por supuesto que este problema es imposible condensarlo en estas breves líneas.En uno de sus últimos trabajos, Leo Strauss —un pensador no demasiado divulgado— visto por algunos como un ideólogo de derechas dice, en "Liberalismo antiguo y liberalismo moderno", que la educación liberal (que no tiene nada que ver con el liberalismo económico) es el anticuerpo para producir sólo "especialistas sin espíritu o visión o sensualis­tas sin corazón". Educación liberal que se remonta a la antigua Grecia.Strauss concluye en que el liberalismo que niega la existencia de malestar en la cultura, se "olvida de calidad, excelencia o virtud". ¿No será hora que empecemos a in­tervenir más dedicadamente en las fracturas de los consensos perdidos, las mar­cas de un Terrorismo de Estado que prolonga sus secuelas en diversos aspectos actuales de la vida social? No lo reconstruiremos con ninguna variante de auto­ritarismo, seguro. Pero sí de autoridad. O seguiremos habitando las violencias encantadas.

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